04 marzo 2015

Mas que Predicar


Desde muy temprano en mi vida cristiana percibí que la predicación era algo de máxima importancia, por lo tanto concluí que lo mejor que podía hacer era convertirme en un predicador de la Palabra. Pero con los años mi modelo mental sobre la predicación ha cambiado. Me explico.

En el primer capítulo, el evangelio de Marcos, dice que después del encarcelamiento de Juan el bautista,  Jesús comenzó a predicar: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.”, no cabe duda que esa clase de predicación es valiosísima.

Pero el siguiente verso presenta a Jesús andando por el mar de Galilea y encuentra a Pedro y a Andrés, su hermano, y los llama para hacer de ellos pescadores de hombres. Más adelante encuentra a Jacobo y a Juan y también los llama. En total cuatro discípulos.

Más adelante, Jesús llamo a 12 para que estuvieran todo el tiempo con él y en Lucas 10 lo vemos instruyendo y enviando a otros 70 discípulos, de dos en dos. Según los datos disponibles, podemos inferir que Jesús preparó por lo menos 82 discípulos.

¿Qué hubiera sucedido si únicamente se hubiera dedicado a predicar? No dudo que hubiera tenido una gran audiencia. Él pudo dedicar su vida a la exposición de temas del Antiguo Testamentos por todo Israel con éxito, pero sin discípulos que aprendieran a vivir como él y a poner en práctica su doctrina, su impacto se habría limitado a una impresión emocional e intelectual en la gente, pero el discipulado impacta el carácter.

En la cultura evangélica de hoy si un predicador tiene una audiencia de 10,000 personas cada domingo, es buen candidato para conferencias, pero si alguien tiene uno o dos discípulos no es tan importante. Jesús, nuestro modelo por excelencia, fue un discipulador que también predicaba.       

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