Hace años, yo pensaba que
mientras en nuestras ciudades tuviéramos millones que aún no conocen a Cristo y
nuestras congregaciones fueran pequeñas, no deberíamos preocuparnos por las misiones
en la China.
Pero un día hable con un
amigo que me contó que cada año él fijaba una fecha para recoger una ofrenda
misionera y le pedía a su congregación que cada uno diera por lo menos un dólar
para ayudar a la expansión del evangelio. De esa manera el colectaba como $ 250
dólares que enviaba a una agencia misionera.
Como el plan de mi amigo
me pareció razonable y fácil, comencé a hacer lo mismo. Pero después de un tiempo el Espíritu Santo
me inquieto para que, en vez de solo dar dinero, pensara de mí mismo como
misionero. En realidad, nuestra manera
de pensar acerca de las misiones puede pasar por un proceso de cuatro niveles.
El primero es la falta de conciencia misionera, no vemos la necesidad
de ir a la China. El segundo es el del dólar no sacrificial,
le pedimos a los hermanos que den algo para que alguien haga algo.
El tercer nivel es el de benefactor. Sucede cuando uno va en viaje
misionero corto, ve la necesidad y experimenta la urgencia de hacer algo y ese
algo termina convirtiéndose en una ayuda material y financiera.
Sin embargo, existe un cuarto nivel, en el que uno repiensa lo que dice la gran comisión y
encuentra que el Señor no dijo que fuéramos a llevar cosas y dinero (Tampoco
dice que no lo hagamos) pero lo que si dice es que vayamos a hacer discípulos.
Entonces, mientras no se
tenga un plan para hacer discípulos, no estamos cumpliendo la gran comisión. Cuando
ayudamos materialmente nos convertimos en benefactores, pero cuando hacemos discípulos
nos convertimos en misioneros.
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