El
presentador hablando de transferir el mensaje levanto sus dos manos y en cada
una tenía una cajita plástica con una cinta de grabación adentro, en palabras
más breves dos casetes. Sosteniéndolos
arriba, El conferencista dijo, “El mensaje esta en este casete, pero si no lo
transferimos a este otro, este quedara en blanco y cuando este otro se
deteriore o sea destruido, no habrá más mensaje.” Lo mismo puede pasar con el evangelio.
Excelente
ilustración, el mensaje debe transferirse a otras generaciones, a otras etnias y
otras regiones del mundo, pero la comunicación del evangelio implica mucho más que
hacer copias en casetes, u otros materiales. Es más complejo.
El mensaje
del evangelio puede ser impreso en papel y entregado a miles de personas, pero
eso no haría que miles se conviertan a Cristo. También puede gravarse en casetes
o disquetes y distribuirse y posiblemente sea un poco más efectivo que las copias
impresas, pero el evangelio es una clase de mensaje que se transmite mucho
mejor en forma de carne y hueso.
Dios, el
comunicador por excelencia, puede comunicarse con nosotros en la forma que él
quiera, por ejemplo una vez le hablo a un profeta pagano, llamado Balam, por
medio de una burra, pero cuando quiso compartir su corazón con la humanidad, se
encarnó y vivió entre nosotros. El evangelista Juan refiriéndose a esa
encarnación dijo, “Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:14)
Conclusión,
sin dejar de usar lo tecnológico, debemos usar nuestras vidas y cuerpos para
transferir el evangelio porque el papel,
los disquetes y los videos no pueden amar a la gente, ni orar o llorar con
ellos, ni tampoco pueden escuchar con compasión, pero usted si puede. Somos el
mejor material de transmisión del evangelio.