Si comparamos a
la Iglesia con un árbol, podremos visualizar mejor la diferencia entre la
Iglesia orgánica y la Iglesia como organización. Todo árbol tiene una parte
visible que son las ramas y el tronco. Toda iglesia también tiene una parte
visible y medible que son los cultos, las actividades, los eventos que celebran,
el edificio, la tecnología que usa. Pero todo árbol también tiene una parte
invisible que son las raíces.
Una iglesia orgánica
se enfoca más en las raíces mientras que una iglesia muy institucionalizada
tiende a poner más énfasis en la parte visible y medible de su ministerio. Y si
una iglesia se institucionaliza mucho puede llegar a ser como un árbol de
navidad, muy bien decorado, pero sin raíces y sin vida.
No quiero que
piense la parte visible de una iglesia no es importante porque para funcionar todo
organismo necesita una estructura y ciertas funciones mecánicas. Aquí debemos
aplicar las palabras de Jesus a los escribas y fariseos: “Esto era necesario
hacer sin dejar de hacer aquello.” Es necesario cuidar lo visible sin descuidar
las raíces o la conexión con la fuente de la vida eterna.
Esta verdad se
enfatiza en Juan 15:5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece
en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mi nada podéis
hacer.”
La razón por la
que le ponemos tanta atención a la parte visible y descuidamos las raíces es
nuestro concepto de éxito y la manera de medirlo. Mientras más grande el
edificio, más asistencia, más dinero y programas, más éxito. Sin embargo, desde
el punto de vista de Dios el éxito se mide en el desarrollo y la producción del
fruto del Espíritu Santo y la expansión del reino.