He tenido
la oportunidad de conversar con personas en el proceso de ir a un nivel de más
responsabilidad y mejor salario en sus trabajos. Y, he notado que todas experimentan
un cierto grado de ansiedad e incompetencia. Aunque han sido seleccionadas por
su trayectoria y experiencia, se preguntan si de verdad estarán a la altura de
las expectativas.
Como en
estos días varios candidatos aspiran a la candidatura por la presidencia de
USA, me es inevitable comparar la actitud de ellos con la de las personas de
las cuales hablo y me llama la atención que, aunque aspiran al trabajo más
difícil del mundo, se creen más aptos y capaces que los demás.
Tal vez
los candidatos si experimentan sentimiento de incompetencia, pero saben que, si
lo expresan, el pueblo no votaría por ellos. Entonces, escogen los temas que
nos interesan y nos dicen lo que queremos oír y nos lo comunican de la manera
que nos gusta. Por eso crean expectativas que no pueden cumplir.
Es
interesante que algunos de los líderes más grandes en el Antiguo Testamente si
reconocían su sentimiento de incompetencia y pedían la ayuda de Dios. Por
ejemplo:
Moisés: Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién
soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Éxodo
3:11.
Gedeón: Entonces le respondió: Ah, señor mío,
¿con que salvare yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manases, y yo
el menor en la casa de mi padre. Jueces 6:15.
Salomón: Ahora pues, Jehová Dios mío, tú me has
puesto a mi tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé
cómo entrar ni salir.
Pienso
que debemos pedir que el Señor nos dé un presidente de corazón humilde.