04 febrero 2013

De la miseria al discipulado


Cuando veo las noticias de lo malo que ocurre en el mundo pienso que la mejor palabra para describir la situación es DECADENCIA, la misma impresión he tenido cuando he leído algo de historia. El mundo es como una fruta que se va pudriendo de adentro hacia afuera.

No deberíamos sorprendernos porque la Biblia nos dice claramente que la humanidad es una raza caída, que nadie es bueno por naturaleza, que ninguno busca a Dios intuitivamente, y que nadie hace el bien de manera natural. Uno de los pasajes que describe claramente la condición humana es Romanos 3:3:9-18.

Por eso es tan difícil plantar una iglesia, tan cuesta arriba que una iglesia avance victoriosamente y por eso es que el entrenamiento espiritual es tan escaso. Si el hombre fuera naturalmente bueno y buscara a Dios de manera intuitiva, los que quisieran ser malos tendrían que tomar entrenamientos, pero sucede todo lo contrario.

Imagínese evangelizar una persona que de manera natural se inclina al mal y que por instinto tiende a alejarse de Dios y convertirlo  en un soldado, o atleta espiritual, o en un labrador del huerto del Señor, las tres imágenes del discípulo que Pablo nos da en 2 Timoteo 2: 1-6. Ese nivel de madurez y desarrollo no se logra de un día para otro, ni en un culto, es un proceso que además del poder transformador de Dios, requiere mucha disciplina de parte del discípulo y del discipulador.

Como entrenadores no tenemos control de cuanta disciplina tenga un nuevo creyente, pero si es nuestra responsabilidad retarle a crecer y modelar constancia y disciplina porque si ellos perciben que no nos importa la puntualidad, ni el orden, ni la disciplina, van a tomar los asuntos del Señor como un algo sin importancia cuando en verdad la clave de la victoria es la disciplina.

 

 

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