01 noviembre 2017

Disiciplina cristiana


La palabra disciplina no figura mucho en el vocabulario cristiano. Aceptamos que un deportista profesional, o un militar sean disciplinados, pero un creyente no porque Cristo nos ha hecho libres y le damos libertad al Espíritu.   

Pero este enfoque de la vida cristiana se parece al labrador que salió por la mañana a ordeñar la vaca y en el camino recordó que necesitaba huevos para el desayuno y espontáneamente cambio su ruta hacia el gallinero. Cuando casi llegaba al gallinero, vio que agua salía del cuarto de herramientas y decidió investigar. Al descubrir una llave de agua dañada se encaminó hacia la llave principal para cerrar el paso de agua y poder cambiar la llave dañada. Después de cerrarla, la esposa le recordó que le pusiera maíz a las gallinas. Espontáneamente fue en busca del maíz y cuando ya tenía la bolsa en su mano, sonó el celular, era el vecino que tenía un problema…

¿Ya se dio cuenta que la historia es una exageración? En verdad se parece a la manera como algunos creyentes viven su vida, yendo de un asunto a otro sin concentrarse en ninguno. Y ¿A qué se debe dedicar uno como cristiano? Básicamente a:

1.     Pulir su carácter a la imagen de Cristo.

2.     Ayudar a otros a conocer y ser como Cristo.

¿Cómo se puede lograr esto? No espontáneamente, pero intencionalmente.  Aquí es donde disciplinas espirituales vienen en nuestra ayuda. Su práctica intencional y perseverante va transformando nuestro carácter. No hablo de una práctica rigurosa e impositiva, estilo fariseo, de afuera para adentro.

Pablo le pidió a Timoteo que fuera intencional cuando le dijo: “Tu, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo… Y también si lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero.” 2 Timoteo 2:3-6 RVR

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